La farsante industria de la felicidad

“Desconozco sus motivaciones, pero en la industria de la felicidad hay mucha gente que está equivocada”, afirma de manera muy diplomática el psicólogo de Harvard Dan Gilbert al referirse a cientos de estafadores, charlatanes y farsantes que a través de charlas, libros y otros productos buscan vendernos sus supuestas fórmulas para conseguir la felicidad.

Y exige algo lógico, sus recetas deben estar avaladas por la ciencia. “La industria de la felicidad es una buena idea, pero debe basarse en la ciencia. Es muy fácil dar a la gente recetas para su vida. Ha ocurrido durante miles de años. Cada cura, cada rabino, cada orador motivacional, cada camarero, cada taxista tienen una opinión sobre la felicidad. ¿Qué opiniones son acertadas y cuáles no? Solo hay una manera de saberlo: la ciencia”, sentencia el psicólogo.

Pero Gilbert tiene su receta propia para la felicidad basada, claro, en sus estudios científicos,.“La felicidad es un asunto de química del cerebro. La genética influye, pero las circunstancias también. Intentar ser más feliz es como bajar de peso. No hay ningún secreto para bajar de peso: comer menos y hacer más ejercicio. Con la felicidad ocurre lo mismo. Hay unas pocas cosas que se pueden hacer y, si se hacen todos los días religiosamente, el promedio de felicidad irá subiendo”, y una de esas pocas cosas según afirma Gilbert es las relaciones humanas.

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Somos lo que pensamos

La neurociencia afirma que las emociones influyen en las decisiones de los seres humanos; la razón no es tan objetiva como creíamos, prueba de ello, es la forma tan variada de interpretar el mundo que tenemos.

Entre lo que percibimos y sentimos, media la interpretación, es decir, nuestros pensamientos, esa contrucción tan íntima de nuestra realidad, que gracias a nuestras experiencias y el conocimiento que adquirimos llega a tomar rango de verdad.

Sin embargo, esa ‘verdad’ puede trastocarse y convertirse en un remedo absurdo de una novela tragicómica, que nos puede condenar a la soledad más absoluta o a vivir amargados, llenos de limitaciones, y todo, porque no interpretamos el mundo (a los demás) en su medida justa.

Si de niño siempre te la pusieron fácil, si mamá y papá estuvieron contigo cada vez que tropezabas, si la culpa siempre era de otros y no tuya, y te cumplían todos tus caprichos era obvio que cuando crecieras ibas a exigir, adulto ya, que los demás reaccionarán igual.

Por otro lado, si fuiste maltratado abandonado, tu hogar carecía de amor, te sobre exigían, criticaban y hasta ignoraban, el papel de víctima difícilmente lo puedes dejar de interpretar.

En su libro «El arte de no amargarse la vida» el psicólogo cognitivo Rafael Santandreunos habla del peor enemigo que él y sus colegas deben enfrentar al reeducar a las personas en su forma de interpretar el mundo: el neuroticismo, «es decir, el arte de amargarse la vida mediante la tortura mental».

Uno de los principales planteamientos de Santandreu es que la vida es para disfrutarla, sin embargo el miedo, el aliado más fiel de la neurosis, es el verdadero responsable de que muchas personas sean infelices. «La neurosis es un freno a la plenitud, y la salud emocional un salvoconducto a la pasión y la diversión», afirma el psicólogo.

Este freno, al contrario de lo que pensamos, no es causado por las emociones negativas en si, sino por algo que yace en nuestro interior: nuestro diálogo interno.

Epicteto un filoso griego afirmaba, hace ya bastante tiempo, que «no nos afecta lo que nos sucede sino lo que nos decimos sobre lo que sucede». Según él, que nos haya dejado nuestra pareja, no nos afecta en si, sino todo lo que nos decimos al respeto. Dependerá, de nuestro diálogo interno, la forma como reaccionemos, ya sea con la depresión más profunda o con un estado de furia imparable.

Al igual que el griego la psicología cognitiva está convencida que la forma de salir de ese estado neurótico no está en controlar las emociones, sino, en enseñar a las personas a sostener una diálogo interno constructivo que los ayuden a estar en equilibrio, y no dejarse arrastrar a un estado de infelicidad constante, irracional u exagerada.

Esto que suena fácil decirlo, requiere de una ardua práctica, porque imagínate, no puedes cambiar años de interpretar al mundo como un lugar gris, en un segundo. Pero tampoco, es imposible, y aunque no es mi propósito darte recetas o fórmulas mágicas, creo que sí puedo darte un consejo, analiza tus pensamientos cada día, identifica los negativos, catastrofistas, irracionales y también los mezquinos, y busca reemplazarlos. Por supuesto, al inicio no será fácil, pero todo hábito requiere disciplina, esfuerzo y dedicación.

Somos lo que pensamos, por eso tenemos el poder de cambiar nuestra vida o de arruinarla, todo depende del cristal con que decidamos interpretar el mundo. Esto fue el Profe Mundus Artis.

¿Qué pasaría si no quiero ser exitoso, solo feliz?

Cuando terminé la universidad lo único que me preocupaba era el éxito. No me importaba si me sentía a gusto con lo que hacía, si la carrera que había elegido realmente me apasionaba, solo me importaba llegar a lo más alto, y que los demás me envidiarán. Estaba equivocado.

Esa forma de pensar, que me costó mucho dejar de lado, tenía raíces muy profundas, y es que nos ‘adoctrinan’ para ser exitosos, fuertes, poderosos. Nos hacen creer que en este mundo no hay espacio para las emociones, para las debilidades, para los fracasos o los errores

Entiendo a mis padres, ellos fueron criados bajo esos preceptos, qué más podían hacer. A mis profesores, también los entiendo, el sistema educativo está diseñado para premiar los resultados, y no el esfuerzo.

A quien no entiendo es a los nuevos seudo ‘gurús’ que gracias a Internet y las redes sociales nos quieren vender ‘recetas mágicas’ para el éxito, como si la vida solo fuera un camino que recorrer para conseguir la ansiada meta.   

Para ellos una persona exitosa debe aprender a tener una ‘mentalidad ganadora’, ser emprendedora cien por ciento – aunque muchos no sepan que significa emprendimiento-, buscar generar negocios rentables, ansiar ‘comerte al mundo’ y anhelar la felicidad que el confort y el dinero solo te pueden dar.

Sin embargo, ideas equivocas, nos conducen a metas inalcanzables. Si revisamos muchas de esas recetas, ni el esfuerzo, la constancia, el fracaso, menos el ensayo y error, se mencionan, solo son simples detalles que el exitoso no debe detenerse a analizar porque su meta lo es todo.

Nos enseñan que debemos correr compulsivamente a conseguir el éxito, pero nadie nos prepara para enfrentar una derrota, para permitirnos sentirnos tristes y luego seguir intentándolo o simplemente dejar de hacerlo. Ni para comprender que equivocarse no es malo, porque es parte de la vida, nos brinda experiencias, y las experiencias nos permiten entender la realidad que nos rodea, asimilar de mejor manera los golpes de la vida y comprender a los demás.   

Nadie se detiene a explicarnos que las emociones no son buenas, malas, positivas o negativas, sino “son todas nuestras, todas nos pertenecen y todos vamos pasar por ellas”, como bien señala  Lucía Galán, pediatra y divulgadora española.

En cambio, nuestros pensamientos, no son todos nuestros, dependen de la forma como fuimos criados, de nuestra educación, de las ideas preconcebidas de otros, de nuestras experiencias, y también de las experiencias de otros. Por ende, nuestros pensamientos pueden cambiar, pueden evolucionar.

Qué pasaría si un día deseo estar solo, distanciarme un momento del mundo y encontrarme a mí mismo en una cabaña en medio de un bosque, creo que recibiría algunas críticas, porque ser hiper sociable, conseguir contactos, ejercitar mis habilidades de networking son cosas hiper necesarias para el éxito.

Así como también es conectar con los demás, desde el primer instante, buscar inspirarlos, ganar su respeto, todas acciones que, si un ser humano se pone la hiper meta de cumplir, terminaría con un Síndrome Burnout.

Por eso creo que es el momento de evolucionar nuestros pensamientos, confiar en nuestro instinto, dejar de buscar en las personas, objetos o metas nuestro bienestar. A veces buscamos tanto la felicidad fuera de nosotros que nos olvidamos de un lugar importante, ese que el Siddhartha Gautama de Hermann Hesse descubrió luego de buscar la iluminación en el mundo, se olvidó de hacerlo en su interior.  

Esto es fue El Profe Mundus Artis.